Jordi Díaz-Gibson y Mireia Civís, coordinadores de NetEduProject
Las organizaciones educativas y sus profesionales cada vez ven más evidente la necesidad de conectarse con otros actores educativos del barrio o la comunidad para mejorar la acción educativa. En la última década se evidencia un aumento de estrategias colaborativas entre actores educativos de un mismo territorio, que tejen proyectos educativos colaborativos cuyo centro de acción son los mismos niños/as, jóvenes y familias. Estas iniciativas se fundamentan en el hecho de que la sistematización de esas relaciones sociales, la articulación formal y la colaboración sostenida entre las organizaciones educativas establecen las bases de la mejora educativa. De ahí nace el concepto fundamentador de NetEduProject: los ecosistemes educativos.
Un ecosistema educativo es el conjunto de relaciones sociales existente entre los actores de una organización educativa, barrio o comunidad. La idea de ecosistema sostiene que para el enriquecimiento y la potenciación de la acción educativa es necesaria la conexión y la colaboración entre los actores educativos y sociales. Estas interconexiones incluyen interdependencias internas —entre profesionales dentro de una organización— y externas —entre organizaciones en la comunidad, tales como escuelas, entidades extraescolares, asociaciones, servicios sociales, familias, universidades, empresas, etc.—, y tienen como resultado el establecimiento de sinergias, la construcción compartida de conocimiento y la consecución de objetivos compartidos. Es la lógica de la acción educativa en la ‘sociedad red’ para responder a los retos de la educación en el siglo XXI.
En los últimos veinticinco años hemos vivido la emergencia y la consolidación de experiencias que parten de esta idea de ecosistema. El incremento de las relaciones sociales entre los actores educativos de una comunidad se ha convertido en una estrategia muy presente en el contexto nacional e internacional, para dar respuesta a los retos educativos del presente, unos retos compartidos y complejos que requieren la acción conjunta de los actores implicados. Así pues, estas iniciativas han aparecido en varios programas educativos de barrio, proyectos educativos de zona, redes educativas locales, planes educativos de entorno, partenariados educativos comunitarios, zonas de acción educativa, asociaciones educativas vecinales, áreas de educación preferente o proyectos de educación360, entre los más comunes. En síntesis, entendemos que estas iniciativas tienen presentes sus ecosistemas educativos como motor de crecimiento en tanto que comparten una fundamentación en la corresponsabilidad educativa y social, la proximidad comunitaria y la colaboración interdisciplinaria.
Si bien las organizaciones educativas se centran en el alcance de unos objetivos concretos, los ecosistemas educativos se identifican tanto por sus objetivos educativos perseguidos, como por el contenido que se intercambia entre los actores a través de los lazos sociales —ideas y conocimientos, materiales educativos, apoyo emocional, entre otros—, donde los vínculos forman una estructura de relaciones determinada (Scott, 2000). Así, estos ecosistemas están constituidos por todos los activos educativos de una comunidad, es decir, los profesionales y otros miembros de las organizaciones que trabajan para alcanzar objetivos educativos compartidos en una comunidad determinada.
Por tanto, se hace referencia al proceso cualitativo de transformación tanto de una organización como de una comunidad en ecosistemas educativos basados en la colaboración y la innovación. A su vez, estos ecosistemas requieren la creación de una nueva manera de trabajar conjuntamente sobre una base de confianza, proporcionando un nuevo know how basado en la discusión interdisciplinaria y la colaboración entre los profesionales educativos y sociales de la comunidad (Díaz-Gibson y Civís, 2014).
Hoy por hoy, podemos decir que existen proyectos educativos comunitarios que plantean su acción desde una lógica de ecosistemas educativos que están mejorando la educación en España y en el mundo. Específicamente, investigadores norteamericanos, europeos y australianos han evidenciado resultados significativos alcanzados por estas iniciativas, como son la mejora del éxito escolar (Carpenter, et al. 2010; Renée y McAllister, 2011), la mejora de la capacidad de innovación (Sorensen y Torfing, 2010; Miller y Jaeger, 2011), o la optimización de recursos socioeducativos en el ámbito comunitario, así como el incremento de la eficiencia organizativa (Keast y Brown, 2002; Díaz-Gibson, et al. 2010; Díaz-Gibson, et al. 2016; Almirall et al. 2012).